A Tahoe sin atajo
- Pili
- 23 jul 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 24 jul 2019
Esta fiebre arrancó un 11 de diciembre en 2017, Ezeiza. El día había llegado, después de tanto estrés e incertidumbre, estábamos los 4 listos para la partida hacia Estados Unidos. Muchos amigos y familiares despidiéndonos, quedándose hasta el ultimo minuto. A unos cuantos se les piantó el lagrimón pero a mi la cara se me partía de la sonrisa, ya quería estar allá.

Pareció interminable el tiempo que pasamos hasta llegar a destino. Una vez ahí, nos dimos cuenta que la eternidad sería más eterna todavía. Recién cuando llegamos a LAX, nos preguntamos cómo íbamos a llegar hasta Lake Tahoe. Supongo que dábamos por sentado que iba a haber muchos low cost a RNO (el aeropuerto más cercano a North Lake Tahoe) y de ahí nos tomaríamos un uber hasta la casa que habíamos alquilado. Nunca tan lejos de la realidad. Nos acercamos al mostrador de American Airlines donde nos dijeron que el único vuelo hasta Reno salía en 3 horas y costaba 300 U$D + equipaje, una locura.
¿¡Y ahora que mierda hacemos!? La decisión estuvo muy peleada, Juan y yo queríamos buscar otra alternativa y las chicas tomarse ese vuelo. Después de discutir como por una hora, resolvimos que íbamos a usar la vía terrestre y salimos a esperar un micro que nos iba a llevar a la Union Station.
La estación de Amtrak es enorme, caminamos bastante para llegar hasta las ventanillas para sacar nuestros boletos de tren. Cuando llegamos a la ventanilla, para nuestra mala suerte, nos dijeron que el tren había salido hacía menos de una hora y el próximo salía dentro de 12 horas. Una bronca, si no hubiésemos discutido tanto tiempo podríamos haber estado en aquel tren. Pero bueno, no nos quedaba otra así que sacamos los boletos de 73 U$D (una ganga al lado del vuelo) y pagamos 5 U$D por dejar nuestras valijas y retirarlas a las 10 p.m para poder salir a recorrer la ciudad.
Como la estación está en el Downtown, justo atrás del barrio latino, decidimos salir a recorrer a pata los barrios de ahí. Nos dimos una vuelta por el barrio chino y almorzamos en Spring Street Smokehouse BBQ, es un lugar chico y el pasillo para llegar al baño es bastante turbio pero la comida fue excelente y abundante. Y así seguimos caminando y visitamos el Financial y Fashion District y Little Tokyo. Personalmente, me pareció horroroso el Fashion District, si sos de capital y alguna vez fuiste al Once, quiero que sepas que el de acá es hermoso al lado de eso.


Cuando empezó a oscurecer volvimos a la estación, todavía faltaban como 5 horas para nuestra partida. Jamás se me había pasado tan lento el tiempo como en esas horas. Cenamos ahí, retiramos nuestras valijas y nos sentamos a esperar a que se haga la hora. Durante la espera, vimos que llegaban muchos personajes, desde homeless hasta drogadictos que se ve que pasan la noche ahí como refugio. Mi personaje favorito de aquella noche fue una mujer de unos 30 largos que tenía un tic que consistía en poner la mano en su frente, un tembleque de la cintura hacia arriba y gritaba ahogadamente, como si estuviese amordazada y una vez terminado seguía usando su celular como si no hubiese pasado nada. A otro lo escoltó seguridad hasta la salida porque estaba golpeando un puesto cerrado. Decidimos intentar ignorar esa clase de episodios jugando al uno y nos turnamos para dormir.

Llegó la tan esperada hora y nos subimos a un micro que nos iba a llevar hasta el tren y después nos esperaban dos micros más, para llegar a un total de 12 horas de viaje (una paja mal). Para el último micro, totalmente demacrada y muerta de hambre, me senté a dormir mientras los demás jugaban al uno.
Increíblemente, sobreviví al hambre y malhumor y llegamos a Truckee, California. Claramente lo primero que hicimos fue buscar un lugar donde comer para que yo no me comiera a nadie. Almorzamos en la cafetería que está frente a la estación, Coffee And. Buenísimas sus hamburguesas, porciones enormes y buen servicio. Recorrimos el pueblito de Truckee un rato y volvimos a la estación para tomarnos un bus (ahí lo llaman TART) hasta la casa que habíamos alquilado. La racha no se había terminado, tuvimos que tomarnos dos buses para llegar hasta la casa.
Finalmente, habíamos llegado (detonados) a La Carnelian, nuestro hogar por esos 3 meses inolvidables donde compartimos comidas, juegos y momentos hermosos.

Creo que lo que hay que llevarse de esta historia es que hay que planificar las cosas, por lo menos cuando se puede. Se ahorra bastante tiempo (*discusiones*) y estrés de no saber que hacer una vez en la situación. Por otro lado, creo que las cosas no planificadas dejan las mejores anécdotas. ¿Vos que hubieras hecho?
Te invito a leer este post sobre qué esperar del proceso hasta llegar al día de partida y una anécdota de la feria de trabajo.
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